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Una terracota figurada del IV milenio AC en la vega media del Gualdalquivir

TRABAJOS DE PREHISTORIA
66, Nº1, enero-junio 2009, pp. 115-122, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2009.09015


Una terracota figurada del IV milenio AC en la vega media del Guadalquivir

                                                                                      
Rafael María Martínez Sánchez
Ricardo García Benavente

Resumen:

En este trabajo queremos dar a conocer una nueva manifestación simbólica procedente de un sector clave de la Andalucía Bética aún poco conocido en la dinámica histórica de la Prehistoria Reciente del Sur Peninsular. Tanto las particularidades formales exhibidas por esta figura, como el hecho de haber obtenido su datación por Termoluminiscencia, representan una útil contribución a la interpretación de un conjunto heterogéneo de artefactos cuyo carácter ideotécnico queda lejos de ser consensuado.

Palabras clave: terracotas figuradas, Neolítico Final, Termoluminiscencia.

Resumé:

Dans ce travail, nous voulons faire connaître une nouvelle manifestation symbolique provenant d´un secteur clé de l'Andalousie Bétique encore peu connu dans la dynamique historique de la Préhistoire Récente sudibérique. Les particularités formelles que cette figure montre, ainsi que le fait d´avoir obtenue sa datation à travers la méthode de la Thermoluminescence, représentent une contribution dans l'interprétation d'un ensemble hétérogène d´artefacts dont le caractère ideotéchnique est loin d'être consensuel.

Mots Clés : figurines en terre cuite, Néolithique Final, Thermoluminescence

1. Introducción

El yacimiento de Iglesia Antigua de Alcolea se encuentra ocupando parte del área urbana de la pedanía cordobesa del mismo nombre, emplazado sobre una pequeña terraza en la margen derecha del Guadalquivir, a diez kilómetros al este de la ciudad de Córdoba (Clapés, et Alii, 2008: 10) (Fig. 1; Lam. I). La realización de dos actuaciones arqueológicas, autorizadas por resolución los días 2 de octubre de 2005 y 18 de abril de 2006 por parte de la correspondiente Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba, puso de manifiesto la existencia de un asentamiento ribereño sobre el que se han llegado a documentar un mínimo de once estructuras negativas de planta circular.


Figura 1: Situación del enclave de Iglesia Antigua de Alcolea (Córdoba), en la vega media del Guadalquivir (círculo). Indicamos con una estrella otros emplazamientos citados en el texto.


Dichas estructuras, en algunos casos parcialmente afectadas por alteraciones y rebajes sufridos en épocas bajomedieval y moderna, han proporcionado un extenso e interesante conjunto artefactual propio de la facies del Neolítico Final/ Calcolítico Inicial de la Depresión del Guadalquivir, la cual aparece citada bajo la denominación de Cultura de los Silos (Arribas y Molina, 1979; Carrilero, et Alii, 1982), Horizonte de las Cazuelas Carenadas (Enríquez y Gijón, 1989), Horizonte de Colonización (Arteaga, et Alii, 1986) o Neolítico Atlántico Tardío (Escacena et Alii, 1996). Entre los elementos materiales recuperados destaca un amplio elenco de tipos de recipientes encabezados por fuentes y cazuelas carenadas, vasos de carena baja, botellas y cucharones, asociados a algunos ejemplos de tratamiento a la almagra muy diluida y a escasas decoraciones. Entre éstas se incluyen impresiones de puntos, incisiones o aplicaciones plásticas (fundamentalmente mamelones), así como cordones y baquetones verticales. Las típicas formas abiertas de borde almendrado o engrosado, características de una fase cronológica más avanzada, se encuentran totalmente ausentes.


Lamina I: Foto aérea en la que se aprecia la situación del enclave arqueológico de Iglesia Antigua de Alcolea, a escasa distancia de la periferia oriental de la ciudad de Córdoba. (Fuente: Ortofotografía digital. Junta de Andalucía).


Durante la campaña arqueológica del verano de 2006 se pudieron individualizar tres estructuras negativas (Lam. II), de las cuales una de ellas (Estructura XIII), de planta en origen circular y que podría haber alcanzado un diámetro próximo a 2,30 m, se hallaba muy deteriorada al encontrarse seccionada tanto en el flanco occidental, debido a la cimentación de un muro moderno, como en su flanco oriental, al haberse vaciado un vial en los meses previos a la primera intervención en el lugar.


Lamina II: Vista de las tres estructuras negativas documentadas durante la intervención arqueológica del verano de 2006, infrapuestas a diversas construcciones posteriores.


El estado en el que se hallaba dicha estructura, con un relleno estratigráfico inalterado apenas superior a los 40 cm de potencia en toda su extensión, motivó proceder a su excavación a perfil vista, agrupando en este caso la estratificación interna bajo una única unidad estratigráfica (UE. 129). Ésta representaba fundamentalmente una serie de estratos de disposición cónica sobre los que pudo detectarse una pequeña fosa de sección acampanada realizada tras la colmatación final de la estructura (Lam. III: Fosa A). En el interior de esta última se localizó la figura de terracota motivo de este trabajo.


Lamina III: Vista en sección de la estructura XIII, afectada por el vaciado incontrolado de un vial. Obsérvese en el centro la cubeta excavada en los estratos de colmatación, la cual contenía reducida a fragmentos la terracota tratada en este trabajo.


2. El artefacto

La pieza en cuestión se compone de un cuerpo levemente troncocónico (Fig. 2; Lam. IV: 3), hallándose fracturada en área dorsal y basal. Posee actualmente unas dimensiones de 97 mm de altura y 52 mm de anchura máxima, junto a un espesor máximo en el área superior no dañada que oscila entre los 47 mm, incluyendo la protuberancia dispuesta a modo de nariz, y los 41 mm sin ella. Se halló distribuida en varios fragmentos de desigual tamaño, la mayor parte de los cuales fueron reinsertados posteriormente. Otras tres pequeñas fracciones (de pertenencia indiscutible) no pudieron integrarse en la recomposición de la pieza, si bien muestran su superficie externa alisada conforme a los caracteres observados en el resto de la figura. Ésta, incluyendo los fragmentos asociados, se encuentra ya depositada en las dependencias del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba (MAECO), estando actualmente[1] pendiente su asignación a un número de registro individual.


Figura 2: La terracota de Alcolea (Córdoba) (Dibujo, Rafael María Martínez Sánchez)


La pieza, modelada originariamente sobre un cono de arcilla, evidencia en su totalidad una cocción en atmósfera oxidante, llevada a cabo en ambiente abierto y muy probablemente al mero contacto con el fuego, lo que quizá explicaría su inconsistencia interna al tacto. La pasta es de color rojizo, visiblemente semejante a la de muchos recipientes cerámicos hallados en el mismo asentamiento, destacando en su composición algunos restos muy perdidos de improntas vegetales entre las que se distinguen algunos tallos, así como pequeños nódulos de calcita, a menudo superiores a 1 mm de grosor e integrados como desgrasante.

Presenta un cuidado tratamiento externo, de aspecto alisado tendente al espatulado en la mitad inferior de la figura. La nariz parece ejecutada mediante aplicación de pasta, modelada mediante un leve pinzamiento practicado con los dedos; asimismo muestra dos haces de tres incisiones paralelas, uno a cada lado, trazados desde el interior (bajo la nariz) hacia el exterior (laterales), y que fueron realizados, a juzgar tanto por el ductus como por la evidente disposición de algunas rebabas, mediante el uso de un instrumento romo sobre la arcilla fresca. Las cuencas oculares se expresan mediante una doble depresión digital sobre la pasta, obtenida quizá con la ayuda de ambos pulgares.

Por otra parte, el cuerpo de la figura dispone de un orificio transversal, de 15 a 16 mm de diámetro, el cual parece en cambio responder a una combinación de perforación-modelado, realizado casi con toda probabilidad con un dedo. En este sentido y debido a las pérdidas de matriz causadas por las roturas que presenta en su área dorsal, desconocemos si llegó a traspasar completamente la pieza.


3. Afinidades y paralelos.

3.1- Ídolos de cuernos:

Si nos atenemos tanto a criterios tecnológicos, al análisis de los rasgos morfológicos básicos y a las dimensiones del artefacto, se hace obligada su puesta en relación con el amplio conjunto artefactual integrado por “ídolos de cuernos” o “morillos de arcilla”[2]. Este grupo de objetos, a veces modelados de manera tosca y con frecuencia sujetos a una leve cocción, de forma troncocónica y tamaño variable, parecen exhibir suficientes variantes como para plantear serias dudas respecto a su pertenencia exclusiva a un conjunto único de artefactos (Cardoso, 2003: 79; Lucena, 2004: 236).

Hallados con frecuencia en contextos presumiblemente domésticos y entre los que parece destacar de manera evidente su asociación con hogares y áreas de combustión (Gonçalves, 1989, I: 451; Cardoso, 2003: 78), la categoría artefactual definida por estos elementos de arcilla cocida queda lejos de suscitar unanimidad en cuanto a su presunto destino funcional.

Al igual que la terracota objeto de este trabajo, este grupo de artefactos cuenta en la mayoría de las ocasiones con una perforación transversal, aparentemente realizada con un dedo y que en gran número de casos llega a atravesar la pieza de parte a parte, siendo el canal de desarrollo recto o bien en forma de V o V invertida (López, 1975: 503; Oliva y Alonso, 1980; 32; Fernández y Sauceda, 1985: 87-88, 91; Gonçalves, 1989: I, 451; 2003: 138; Cardoso, 2003: 78). No faltan ocasiones en las que una perforación recta, semejante a las anteriores aunque realizada en este caso desde la base de la pieza, ha permitido la categorización de algunos fragmentos troncocónicos de terracota dentro de dicho grupo (Diníz, 1999: 113- 114, Fig. 19; Marques, 1995: 14, Fig. 1: 1). 

En este sentido, la inclusión de haces pareados de líneas incisas asociados a una perforación central en el cuerpo de la pieza, presentes entre varios ejemplos de los poblados de Moreiros 2 (Arroches, Portalegre) (Boaventura, 2006: 70, Fig. 4, e-f), Los Castillejos I (Fuente de Cantos, Badajoz) (Fernández, Sauceda, 1985: 95, Fig. 3; 98, Fig. 5), o incluso Vila Nova de São Pedro (Santarem) (Savory, 1985: 24, Fig. 3, 2) representa el argumento de aproximación tipológica de mayor interés, compartido entre algunas variantes de los llamados “ídolos de cuernos” y la terracota de Alcolea.

Sin embargo, frente a la extensa problemática generada respecto al sentido o destino funcional reservado a tales artefactos (López, 1975: 505- 506; Oliva y Alonso; 1980: 40; Fernández y Sauceda, 1985: 94- 99; Gonçalves, 1989, I: 451; Cardoso, 2003), resultan escasos los estudios relativos a ciertas manifestaciones de bulto redondo modeladas asimismo en arcilla, las cuales representan sin duda los paralelos más estrechamente emparentados con la pieza que exponemos en este trabajo.

3.2- Otras terracotas figuradas

Definiendo propiamente una categoría tipológica per se[3], hasta ahora representada básicamente a partir de un ejemplar, existe una pieza que cuenta para nosotros con especial interés al presentar grandes semejanzas con el artefacto hallado en el asentamiento cordobés que aquí se trata. La figura en cuestión (Lam. IV: 1), procede del yacimiento de Possanco (Comporta, Grândola, Portugal) (Ribeiro y Sangmeister, 1967; Almagro, 1973: 93), situado en la orilla sur del estuario del Sado y asociado a una ergología propia del Neolítico Final (constatada a partir de la presencia de formas globulares con mamelones junto a cazuelas y fuentes carenadas). De forma cónica, ligeramente fragmentada en área dorsal-derecha, la figura cuenta con rasgos oculares representados por “dos grandes rehundidos circulares que aparecen en la cara central de la pieza. La nariz prominente aparece en relieve y tanto ésta como los ojos fueron conseguidos por la presión hecha con los dedos índice y pulgar sobre la masa blanda del barro aún sin cocer. Por debajo de la nariz aparecen ya las conocidas líneas del tatuaje facial, que en este caso han sido grabadas también con un punzón o punta seca sobre el barro. Son siete en el lado izquierdo y diez en el derecho” (Almagro, 1973: 93). Presenta también un orificio en su base, realizado según la autora, para ser “encajado en alto, bien sobre una columna o sobre un palo” (Almagro, 1973: 93).

Lamina 4
1) Ídolo de Possanco (Comporta, Grândola) (según Ribeiro y Sangmeister, 1966: Taf. 6, a-b); 2) “Diosa del Chorrillo Bajo” (Lorca, Murcia) (a partir de Ayala et Alii, 1995: 47, Lam. VII); 3) Terracota de Alcolea (Córdoba); 4) “Ídolo” de Ponte da Azambuja 2,  Portel, Évora) (según Rodrigues, 2008: 53, Lam.11). Escala reconstruida a partir de la indicada en las originales.



Muy recientemente hemos tenido ocasión de conocer la presentación preliminar de un “ídolo” decorado (Lam. IV: 4) procedente del poblado de fosos de Ponte da Azambuja 2 (Portel, Évora, Portugal), asociado a material cerámico de formas carenadas y adscrito al Neolítico Final. Esta figura muestra un área facial representada por dos círculos oculares en bajorrelieve, la inclusión de un saliente proyectado a modo de nariz y como en el caso de la terracota de Alcolea, dos haces compuestos por tres líneas incisas, según la autora “habitualmente interpretadas como tatuagens faciais” (Rodrigues, 2008: 53). De la misma manera y a semejanza de lo observado frecuentemente entre los “ídolos de cuernos”, este ejemplo cuenta con una perforación central, situada en el cuerpo frontal de la pieza. 

Situándonos en la vertiente mediterránea del sur de la península Ibérica, en tierras del Sureste, contamos con una pequeña figurilla de terracota de aproximadamente 50 mm de altura, 19 mm de anchura y 15 mm de espesor (Lam. IV: 2). Fue hallada casualmente en superficie, asociada a los restos de un hábitat neolítico enclavado en el Chorrillo Bajo (Lorca, Murcia) (Ayala, et Alii, 1995: 44, 47, Lam. VII). Se halla dotada en su segmento superior de masa plástica aplicada conformando una pequeña nariz, de cuyos flancos surgen dos series de líneas paralelas incisas. A semejanza de los casos anteriores, éste cuenta también con una perforación en el tronco, si bien de menores dimensiones (8,9 mm por 5 mm) y el cual no llega a atravesar la parte posterior del objeto, que se muestra carente de decoración. Las pequeñas dimensiones que muestra esta figurilla, así como su hipotética ubicación cronológica al representar un hallazgo de superficie, obligan a guardar cierta cautela en su presunta relación con la figura de Alcolea. La inserción de una perforación transversal cercana a la base no deja de resultar sorprendente en una manufactura de tan reducido tamaño, la cual, a diferencia de lo comúnmente observado entre morillos e idolos de cuernos, parece incapacitada para mantenerse verticalmente sobre una superficie plana.

Otros indicios, repartidos por el Mediodía Peninsular, dan cuenta de la existencia potencial de artefactos de terracota aparentemente similares. La fragilidad de los soportes, pasta sometida a menudo a una leve cocción, puede haber conducido a la reducción notable de la muestra. Un caso ilustrativo se halla representado en el  poblado de Papa Uvas (Aljaraque, Huelva), en donde se adivinan motivos de haces pareados de líneas sobre fragmentos de elementos troncocónicos de arcilla, presentes en la fase II-III (Martín de la Cruz, 1985: 135, Fig. 96, F).

4. Cronología y datación

Pese a haber sido hallada en un emplazamiento con una ocupación datada por tipología cerámica dentro del Neolítico Final del Valle del Guadalquivir, el limitado número de paralelos existentes (algunos de encuadre cronocultural conflictivo), así como su hallazgo en el interior de una fosa excavada con posterioridad a la última fase de colmatación de la estructura XIII, nos indujo a tratar de obtener una datación directa del propio objeto con el fin de intentar aproximarnos a su rango cronológico.

La escasez, por no decir la práctica ausencia de restos ecofactuales en los estratos despejados durante esta última intervención, hizo desestimar de antemano la posibilidad de practicar dataciones radiocarbónicas convencionales. Por otra parte, el uso de técnicas alternativas de datación fisico- químicas de elevada desviación cronológica en contextos de la Prehistoria Reciente, podría limitar en principio expresividad a una muestra sometida a tal tipo de análisis. No obstante, su uso no resta interés a unos resultados que pueden ser contrastados con la información basada en una ergología cerámica bien tipificada y reforzada con dataciones radiocarbónicas extraídas de otros contextos equiparables; las cuales, sometidas a un proceso de calibración, se suceden con cierta homogeneidad en el caso del Neolítico Final, a caballo entre el Neolítico tardío y el Calcolítico propio del III milenio ANE en el mediodía peninsular.

Así, se remitió la muestra al Laboratorio de Datación y Radioquímica de la Universidad Autónoma de Madrid, a fin de proceder a su datación por el método del análisis de las curvas de emisión de Termoluminiscencia (TL). Escasamente agresivo, el proceso de autentificación apenas ha supuesto la pérdida de una pequeña porción de masa del artefacto (ca. 1 g), extraída del interior del mismo y próxima al área de fractura, evitando así la perdida de parte de su superficie acabada externa. El valor resultante del análisis fue de 5465 ± 345 años BP, desde la última vez que la muestra sufrió un proceso de calentamiento energético (cocción), lo que apuntaría al modelado del artefacto en los siglos centrales del IV milenio ANE[4].

La terracota de Alcolea ha arrojado una datación conforme en cierta medida a la esperada para el resto del conjunto artefactual recuperado en el enclave del que procede, equivalente grosso modo a una edad AMS calibrada de ca. 3415 ANE.

A diferencia de muchos asentamientos ocupados durante el Neolítico Final en la Depresión del Guadalquivir, el yacimiento de Iglesia Antigua de Alcolea no parece contar con una dilatada ocupación temporal. Ésta podría situarse, a tenor de los resultados obtenidos, en torno a la mitad del IV milenio ANE.

El yacimiento de Possanco (Ribeiro, Sangmeister, 1966), de donde procede el paralelo estudiado más próximo (Lam. IV: 1) a nuestra terracota modelada, cuenta con una datación radiocarbónica para su fase III (Comporta III), adscrita al Neolítico Final (Martín de la Cruz, 1994; Diníz, 1999: 123). Esta datación ha suscitado ciertas reservas (Soares y Cabral, 1993: Est. IV), hasta el punto de haber sido excluida por algunos autores (Castro, et Alii, 1996) al desconocerse el método utilizado por el laboratorio correspondiente en los cálculos relativos a su obtención (Soares, Cabral, 1987: 162- 163). La fecha (CSIC- 653), obtenida sobre valvas de Ruditapes decussatus con el resultado de 4270 ± 50 BP, correspondería a 2864 ± 74 ANE[5], valor que resulta demasiado reciente a tenor de la ergología atribuida a dicho asentamiento[6]

5. Conclusiones

La terracota de Iglesia Antigua de Alcolea representa hasta la fecha la manifestación ideotécnica mueble más expresiva de este período en tierras de la vega del Guadalquivir medio, estando dotada de un carácter que nosotros no dudamos en considerar simbólico. La presencia de rasgos asociados al rostro humano, la inclusión de haces pareados de líneas a modo de “tatuaje facial”, así como la nariz indicada en conexión a las sobrecejas, nos traslada a un rico repertorio de imágenes ejecutadas fundamentalmente entre el IV y el III milenio ANE en la Península Ibérica[7], hasta más allá de la barrera pirenaica. La identificación de algunos de estos rasgos plasmados sobre figuras ginecomórficas de arcilla hasta un milenio posteriores (Oliva y Alonso, 1980: 39; Gonçalves, 2005, Hurtado, et Alii, 2000: 264; Sánchez, et Alii, 2005: 160), nos anima a incluir esta nueva representación entre los precedentes inmediatos del universo simbólico compartido por las ulteriores formaciones sociales calcolíticas del III milenio ANE en la Depresión del Guadalquivir.

Agradecimientos
Queremos agradecer desde aquí la ayuda prestada por el Dr. Miguel Cortés al proponer con gran interés la datación del objeto aquí tratado, así como su participación en la corrección del texto, lo que también se hace extensivo al Prof. Dr. José C. Martín de la Cruz, en lo que respecta a sus valiosas observaciones.

Este trabajo ha sido desarrollado gracias al impulso facilitado por una beca FPDI de la Junta de Andalucía.

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[1] Enero de 2009.
[2] En un trabajo referente a un corte efectuado en la muralla de Vila Nova de Sao Pedro, escrito en inglés en 1959, aparece la  palabra “pé de fogareiro” (“morillo”, en portugués en el original). En una reedición traducida en lengua lusa a mediados de los años ochenta, se indica al respecto como nota del traductor “são peças hoje vulgarmente designadas como ídolos de cornos”. (Savory, 1985: 29. trad. de Joao Carlos de Senna-Martinez). En Portugal, esta forma de designación convive actualmente con la más “funcionalista” suporte de lareira, otro modo de hacer referencia a pés de fogareiro (Marques, 1993: 38; 1995: 15). Al parecer, éste último término ya aparece citado en los cuadernos de campo de A. do Paço utilizados en las excavaciones del anterior poblado fortificado hacia 1944 (Cardoso, 2003: 77-78). Todo indica que la expresión “idolos de cuernos” hace su aparición reunida bajo el término alemán de Hörneridols (Splinder, 1971: 64- 65, 67), avanzada la segunda mitad del pasado siglo base a presuntos paralelos anatólicos, adquiriendo tal éxito que así vienen denominándose inclusive tanto aquellos fragmentos que no permiten intuir la forma del remate, como aquellos que carecen de protuberancias de morfología corniforme, siendo la forma de designación más empleada en la bibliografía del vecino país atlántico.
[3] Tipo III-D de Almagro (Almagro, 1973: 93-94)
[4] El método de datación por TL seleccionado fue el de grano fino, consistente en la selección de la fracción mineral con tamaño de grano comprendido entre los 2- 10 mm. La dosis equivalente almacenada en la pieza desde que sufrió el último episodio de calentamiento, se evaluó mediante dosis aditivas crecientes, suministradas a partir de una fuente Beta (b) de Sr-Y-90 y, para determinar un posible comportamiento supralineal, se realizó un segundo barrido con dosis (b) pequeñas. La efectividad de la radiación alfa (a) para producir TL fue determinada mediante el suministro de dosis alfa (a) crecientes, por medio de una fuente Am-241. Todas las respuestas de TL fueron obtenidas después de un calentamiento previo de las muestras a 90º durante 120 s con el fin de eliminar las señales inestables de TL. Los cálculos de las dosis equivalentes y la efectividad de alfa (a) fueron obtenidos en la región de temperaturas correspondientes a la meseta de la curva, obtenida por representación de la TL natural/ TL inducida frente a la temperatura. Las tomas de muestras en el laboratorio se efectuaron en ambiente de luz roja y enfriamiento con nitrógeno líquido con una mezcla de dimetil-éter y propano en un equipo de medida compuesto por tres sistemas (Riso TL DA-10, de recuento alfa Daybreak y recuento Beta Jen-60). La muestra analizada presentó un comportamiento óptimo al análisis, con un buen crecimiento de las intensidades de TL inducidas con las dosis de radiaciones alfa y beta suministradas. Así, el resultado obtenido para la dosis equivalente y la anual media de radiación recibida por las muestras, es de 5465 ± 345 años BP, desde la última vez que la muestra sufrió un proceso de calentamiento energético (cocción), lo que situaría la confección del artefacto en los siglos centrales del IV milenio ANE (Laboratorio de Datación y Radioquímica. C- VII- 605. Informe Técnico Nº 10022X).
[5] A fin de homogeneizar criterios, todas las fechas cal. ANE han sido calculadas partiendo de las dataciones convencionales citadas en la bibliografía, mediante la utilización del programa basado en la curva de calibración CalPal2007_HULU, desarrollado por la Universidad de Colonia;  http://www.calpal-online.de
[6] Para adentrarse en la problemática acarreada por estos resultados, Soares, Cabral, 1987: 162; Soares, Cabral, 1993; Est. IV).
[7] Si bien se ha asumido que el conjunto de rasgos ligados al motivo oculado se concentra al menos en el Suroeste Peninsular desde inicios del III Milenio (Gonçalves, 1999: 113), ciertos testimonios permiten documentar la presencia en Andalucía Central de representaciones oculadas complejas, al menos desde el IV M ANE, si no antes (Gavilán, Vera, 1993: 88). 

  
 
  

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